Todo se trata de equilibrio. En nuestro mundo, este equilibrio depende de cuatro fuerzas, los cuatro elementos. Cada uno de ellos posee una energía y características propias, que los hacen opuestos complementarios perfectos entre ellos, casi que uno no podría existir sin el otro. En esta publicación hablaremos del fuego, el “regalo” de los dioses.
Según la mitología griega, Prometeo era un Titán que amaba a la humanidad, poseía una gran sabiduría, desde arquitectura, astronomía, matemáticas, navegación, medicina, metalurgia hasta agronomía.
Por su amor a la humanidad, él decide robarle el fuego a los dioses para dárselo a las personas para que mejoren su calidad de vida, es por esta razón Zeus lo castiga. A lo largo del desarrollo de la humanidad y el nacimiento de las civilizaciones, el fuego ha traído cambios importantes en nuestro estilo de vida y cómo percibimos al mundo. Las noches se iluminaron y los espacios se hicieron más acogedores por las llamas. La comida sabía diferente y el fuego no solo calentaba sino protegía.
Hoy en día lo encontramos en un encendedor, pero se imaginan lo difícil que era crearlo hace unos 2,000 años? Por eso era sagrado, porque era casi un milagro obtenerlo, una mezcla de práctica y sabiduría, no solo para obtenerlo, sino para mantenerlos.
El fuego se convirtió en el canal de conexión con los dioses, elevaba los mensajes e intenciones al cielo, esperando ser escuchadas y atendidas.
Por esta razón siempre les decimos que es mejor usar fósforos para los rituales, ya que se logra mantener la energía directa entre nuestra intención y la creación del fuego.
En nuestro cuerpo el fuego se encuentra en el Plexo Solar, en la boca del estómago. Como ya sabrán sobre este Chakra por las antiguas publicaciones, este Chakra nos habla de la voluntad, del deseo por crecer, por conectar con nuestra esencia divina y emprender el camino del autoconocimiento y la sanación. El fuego se tiene que mantener equilibrado, ni muy bajo, ni muy fuerte. Cuando tenemos el fuego muy alto todo nos irrita, el ego toma control del cuerpo y nos limita. Por el contrario, cuando el fuego está muy bajo no hay deseo por avanzar, hay un miedo por salir de la zona de confort, problemas de autoestima, poca confianza en el universo y en nosotras mismas. El fuego es la fe, nos permite traer la luz a nuestra sombra, para ver y aceptar lo que encontremos.
Los signos de fuego, Aries, Leo y Sagitario representan la fuerza, pasión, confianza y el deseo por crecer y avanzar, pasar a concretar nuestros pensamientos en nuestras acciones, en la materia.
Mal aspectada esta energía puede ser mucha ira y rabia no canalizada. Aries es la chispa, es ese primer fuego, el estadio de los niños en el cual todo les pertenece, es el “Yo” más primario. Leo es una fogata que calienta y permite a las personas agruparse en la noche a contemplar sus llamas, representa el proceso de la adolescencia, el querer salir al mundo y hacernos conocer, nos invita a empezar a cuestionar y destruir nuestro ego para así reconocer y aceptar nuestra esencia. Por último está Sagitario, un incendio forestal, es esa destrucción hasta las bases para poder crear algo nuevo desde cero, es esa flecha de fuego que indica el camino a seguir, simboliza la confianza plena en nosotros mismos y en el mundo, es el estadio del ser humano en el que aceptamos que somos parte de todo, que estamos hechos de polvo de estrellas.
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